Un domingo en el Zócalo capitalino
El domingo pasado fui a ver
una obra de Shakespeare en el mero Zócalo y, mientras transcurría ésta,
alrededor parecía como un capítulo de la familia Burrón o de Mecánica nacional,
mexicana en su máxima expresión. Aparte del típico barullo dominguero,
las campanas de la iglesia, los gritos de los vendedores ambulantes y
los tambores de los danzantes, había una marcha contra las corridas de
toros y una reunión como de 100 motociclistas que daban vueltas haciendo
sonar sus motores. El clímax fue cuando los de la marcha descubrieron
que uno de los motociclistas tenía como adorno unos cuernos de toro en
su manubrio; le empezaron a chiflar y a gritar:
¡asesino!
Cuando todo se calmó, empezaron a volar como 40 papalotes que los
niños compraban a un vendedor viejito que instaló su puesto a la sombra
de la bandera; todos veían el hermoso espectáculo, mientras un
predicador con megáfono hablaba sobre el retorno de la esperanza...
esto, creo, sólo puede ocurrir en el Zócalo de la ciudad de México.
Sandino Bucio
Publicado originalmente en La Jornada: Correo ilustrado del 24 de abril de 2012
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